Siempre que miro el mar en Uruguay, me acuerdo del querido Jorge Luis Borges (del que siempre me emocionaron su poesía y sus historias de compadritos y no tanto sus ficciones eruditas), y de su Otro Poema de los dones, que dice así (en este maravilloso poema, Borges enumera todas las cosas, grandes y pequeñas por las que quiere dar gracias a Dios. Es bastante largo, así que voy a hacer una edición a piaccere, para compartirlo con ustedes):
Gracias quiero dar al Divino, laberinto de los efectos y de las causas,
por la diversidad de las criaturas que forman este singular universo.
Por el amor, que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por Schopenhauer, que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego,
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa, que prodiga color y que no lo ve,
Por los duros troperos que en la llanura arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó mil noches y una noche,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos,
Por el épico invierno,
Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre, que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines, o en una vieja espada,
Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por Schopenhauer, que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego,
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa, que prodiga color y que no lo ve,
Por los duros troperos que en la llanura arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó mil noches y una noche,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos,
Por el épico invierno,
Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre, que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines, o en una vieja espada,
Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.
Nota: Frances Haslam era la abuela paterna de Borges.
Con palabras tan simples se pueden decir cosas tan grandes... Lo vuelvo a leer y me sigo emocionando.
Photo Credits: Silvina Bidabehere para Decortherapia