Ustedes dirán, por qué tanta reflexión un jueves por la mañana. Pues bien, les diré que este fin de año me encuentra muy introspectiva (también abatida por el cansancio y las corridas) y con intensas ganas de entender por dónde va esto de la felicidad. Y mirando un poco a mi alrededor, me di cuenta que la felicidad, la verdadera, la que no tiene que ver con problemas puntuales que puedan atravesarnos en determinados momentos o con estados de ánimo, sino con una mirada más plena de la vida; llega cuando logramos ser agradecidos. Acaso no importa cuánto tengamos, cuánto nos regale el destino (desde encontrar el amor hasta la casa linda que soñamos, viajes a ciudades remotas, un vestido sexy...), si no sabemos dar gracias desde lo profundo -y sólo sentir ese instante de gradecimiento es la clave para ver lo afortunados que somos- dudo que podamos enteder la felicidad.
Por eso, este nuevo año me propongo entrenar duro en el agradecimiento.
Y hoy agredazco por un desayuno tranquilo, por sentir el abrazo intenso de mis niños cuando recién se levantan, por el silencio de este momento. Luego vendrán las corridas, la locura de las valijas y un viaje hacia mi semana de vacaciones. Todo eso más tarde, ahora agradezco este pequenísimo rato de paz.
¡Que tengan un muy buen fin de año! Y sobre todo, GRACIAS por estar.
Las acuarelas que acompañan este post son de Golly Bard y poder ver más de ellas aquí.