Quizás con uno de esos pequeños gestos Federico Churba demostró su grandeza. Fue hace unos meses: yo tenía un cierre inminente y poquísimo tiempo para redactar una nota. Él estaba en una semana fatal, a días de abrir su nueva tienda en Recoleta. Lo llamé temprano; con amabilidad me pidió que lo haga más tarde (8.30 pm, demasiado para una entrevista). El no tenía muchas opciones, yo tampoco. Cuando atendió estaba en el auto con su mujer y su beba, yendo a comer a lo de un amigo en las afueras de Buenos Aires. Ella manejaba y él contestaba mis preguntas (por momentos poníamos el speaker y su mujer respondía también). Hablamos el tiempo que duró el viaje hasta que tuvimos que cortar porque su beba, que iba en el asiento de atrás, lloraba tan fuerte que ya no podíamos oírnos. En ningún momento me hizo sentir que lo molestaba, que estaba ocupado. Yo sé sucedían ambas cosas. Seguimos la entrevista al día siguiente. Siempre amigable, siempre con gran humildad. Para mí, esa pequeña anécdota lo pintó de cuerpo entero.
Porque lo cierto es que Federico Churba se ha convertido en uno de los más prestigiosos diseñadores argentinos contemporáneos. Y más allá de venir con legado familiar en el mundo del diseño (su padre, León, fue el creador de Gris Dimension), ha sabido generar su propio camino. En septiembre de 2012 se llevó el Premio Konex al mérito en Diseño Industrial y Artes Visuales, y en noviembre ganó el Grandesignético International Award 2012. El premio lo recibió su lámpara Hanoi, mi elegida de esta semana y una de mis favoritas del diseño en los últimos tiempos.
"Habitar un espacio es más que ocuparlo, es hacerlo propio, es
mantener con sus objetos una relación de cercanía y, al mismo tiempo, de
extrañamiento." dice Federico cuando le pregunto sobre su relación con el diseño. Continua leyendo más sobre este diseñador en una entrevista que le hice para Espacio Cetol.
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