Conocer a la persona detrás de una obra de arte o un objeto para mí es siempre enriquecedor. Aquí está Verner Panton sentado en la silla que lo hizo pasar a la historia, diseñada en 1967 para Vitra.
En una nota su mujer explicó que sólo necesitaba sus lápices, un anotador y una mesa para hacer sus proyectos. Además, que siempre llevaba pequeñas tarjetas de archivo en su bolsillo por si surgía alguna idea en el camino. Este era su estudio.
Verner Panton nació en Dinamarca y se recibió de arquitecto en la Academy of Fine Arts de Copenhague. Durante algunos años trabajó para el estudio de arquitectura de Arne Jacobsen hasta que abrió su propio estudio. Era un amante de la geometría y de la luz, de la exploración de materiales y formas.
A veces cuando miramos un objeto, sólo nos quedamos con su forma, su color y hacemos rápidamente un juicio de valor: nos encanta, nos parece horrible. Pero recién cuando conocemos su historia, cómo fue pensado, el porqué de su morfología, entendemos su verdadero valor, y de repente, algo que nos parecía indiferente o hasta feo, pasa a tener una belleza y un atractivo inusitado.
Así fue mi historia con la Silla Panton. Cuando descubrí que fue un diseño revolucionario porque fue la primera silla de plástico moldeado en una sola pieza, cuando leí sobre el tiempo que llevó a Panton llegar a lograr trabajar ese material (el plástico era un material muy novedoso y no se utilizaba para este tipo de diseños), que por años buscó un fabricante que pudiera desarrollarla hasta que Vitra accedió a hacerlo, que su diseño fue pensado para poder ser usado en cualquier espacio interior o exterior, para que pueda ser fácilmente apilada, para que perdure en el tiempo más allá de las inclemencias del tiempo... Ahí entendí que a veces hay que correrse del prejuicio de la primera impresión, derrumbar los muros de la ignorancia. La silla Panton hoy es parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York y es considerada un clásico del diseño moderno.
Este post está dedicado a mi papá, que durante un viaje me acompañó, aburridísimo pero simulando estar interesado sólo por mi fascinación, a recorrer una exposición de estos clásicos en el Conran Shop de Londres. Cada vez que íbamos a un lugar y veía una me decía: "Mirá Sil, una Fantom!" El creía que se llamaba así porque se parecía a un fantasma, y le encantaba demostrarme que había escuchado y aprendido algo de todo lo que yo le había contado en ese recorrido.