viernes, 3 de junio de 2016

Nueva York en primavera: 10 imperdibles.


Caminata por el Brooklyn Bridge. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
La última vez que hice una nota de New York, en la oración final decía "A NewYork siempre se vuelve". Después de ir y venir varias veces durante mi niñez y épocas de cronista de viajes, pasaron unos larguísimos quince años desde la última vez. Y volver justo ahora, con los árboles florecidos y tantas ganas de redescubrirla junto a los ojos de mi marido, que la veía por primera vez, fue un verdadero sueño cumplido. Fueron días que viví como un gran regalo de la vida. Un tiempo fuera del tiempo. 


Desde el Ferry que nos llevaba desde Williamsburg a Dumbo, en Brooklyn. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


Ese lapso de tiempo me hizo notar lo cambiada que estaba esa ciudad de mi niñez, con lugares como Williamsburg y el Highline, Chelsea y sus galerías, los terrazas cancherísimas y la gran ausencia: esas torres a las que fui tantas veces a recorrer con mis padres (mi papá tenía reuniones allí por trabajo y mis hermanas y yo pasábamos largo rato deambulando, fascinadas, con la nariz apoyada en el gran ventanal del mirador. Una cosa es ver toda esa tragedia por televisión, otra cosa es presenciar todo ese vacío, con ese gran parque de agua en memoria a los caídos que es de una emoción penetrante, indescriptible.
Café en Toby´s Estate. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
Esquina de West Village. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


The Flatiron Building, construido en 1909, uno de los íconos arquitectónicos de esta ciudad. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
Hay muchas notas escritas sobre Nueva York, pero yo no podía dejar de hacer mi lista de consejos, lugares y rincones favoritos: por si algún día alguno de ustedes andan por ahí,  por si alguno quiere seguir mis pasos, o sumarlos a los suyos.

1. Vivir en West Village.
Alquilar un departamento o ir a un hotel en West Village nos dio una nueva perspectiva de la ciudad: lejos de ruido y cerca de las calles arboladas, edificios de ladrillo antiguos (conocidos localmente como Brownstone), restaurantes y cafés (pequeños pero tan geniales que uno no puede decidirse a cual ir por la angustia de descartar la otra opción) y, sobre todo, clubes de jazz. Esta es la mejor opción para aquellos que no mueren por estar cerca del shopping de grandes tiendas y cadenas, y prefieren poder caminar de noche a un bar, sentarse en la vereda, tranquilo, a leer en un café, o escuchar una banda a metros de tu casa. Sentirme local es un sentimiento que abracé en este viaje.
En Extra Virgin, se comen riquísimos Huevos Benedict al mediodía o es un buen spot para tomar una copa al atardecer. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
Charles Street, mi cuadra. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.

En Toby´s Estate (Charles St. y 7th Ave) leía el diario con un Latte. Aquí, muchos locales con su laptop trabajando o en reuniones de amigos. Lindo para percibir el espíritu barrial. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
Mitch, el violinista que, cada mañana, practicaba su música en la puerta de casa. Terminamos casi amigos, sus recomendaciones de dónde escuchar buen jazz fueron las mejores. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


2. Alquilar bicis.
Como en mayo es casi verano y la ciudad se fue transformando para ser más amigable a las bicis, decidimos alquilar las Citi Bikes y recorrer la mayor parte de la ciudad pedaleando. Lo mejor: podés llegar a lugares que cansa llegar caminando, recorrer mayores distancias y ver todo lo que queda oculto cuando se viaja en subte. Hay estaciones por toda la ciudad, cada dos cuadras aproximadamente. Lo peor: hay devolverla en alguna estación cada media hora. Esto parece un impedimento, pero no lo es porque uno va parando en los destinos elegidos o hace una pausa muy corta, y después se puede seguir el recorrido. Precio: u$s 7 el día o u$s 25 los siete días.

3. Bar Sardine
Justo abajo de nuestro departamento en Sardine´s hay sólo dos barras y dos mesas. Es mínimo en espacio pero le sobra onda. El letrero de neón que decía "Oysters" fue lo que nos atrajo y la gentileza de Matt, quien nos hizo degustar entre las de New York, Los Ángeles y Alaska sumó mucho a nuestro enamoramiento de ese lugar. El plus: la llegada de Brooke Shields cuando ya quedábamos solos. No nos animamos a saludarla, pero ahora tenemos una anécdota para contar que le suma sal y pimienta a nuestro viaje.

4. Smalls Club y Mezzrow.
Justo en frente de Sardine. Como nos sentíamos vecinos fuimos a estos sótanos quedados en el tiempo y en la imaginación que cualquier amante del jazz podría tener de Nueva York. No soy una entendida, pero es una música que me cautiva, me transporta. Creo que tengo más cantantes y músicos favoritos de jazz que de cualquier otro ritmo de música. Entrada: u$s 15 (la entrada vale para los dos clubes, ubicados a una cuadra de distancia). Dato: muchas noches hay Jam Sessions, donde músicos jóvenes y no tanto se acercan a improvisar y tocar de a ratos con desconocidos. En una de las veces que fuimos, aunque el bar estaba bastante lleno, descubrimos muy divertidos que éramos los únicos no músicos del lugar. Todos tenían consigo voz o instrumento.
En la puerta de Smalls, charlando con Salbu gran crítico de jazz y habitué desde años del lugar. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
Smalls Jazz Clun. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


5. The Spotted Pig.
Una modelo fastuosa con un señor casi desarrapado que podría ser un gran artista que uno no conoce. Hipsters y pseudo músicos. Chanchos volando y una hamburguesa que críticos consideran "la mejor de la ciudad". Fuimos al mediodía y es un gran lugar para comer rico y mirar la fauna urbana. Uno de sus dueños fue manager de The Smiths y U2. Así que podrían encontrarse con Bono comiendo allí como si nada.
The Spotted Pig. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


6. The Ides, en el Wythe Hotel.
The Ides está en el sexto piso del Wythe Hotel, uno de los hoteles más hipster de Williamsburg. Nosotros fuimos antes del almuerzo a tomar una copa de vino y disfrutar de la vista genial que tiene de Manhattan. Además tiene una gran terraza al aire libre que se llena de personajes y viajeros que llegan a tomar cocktails al atardecer. Muy recomendable.


Vista desde la terraza de The Ides.
The Ides y su gran barra. 
Felicidad. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


7. Libros usados en Williamsburg.
Sobre Bedford Ave y algunas paralelas encontré puestos ambulantes de libros usados. Es una búsqueda del tesoro: desde Virginia Wolf y Paul Auster, hasta Joan Didion y J. M Coetzee. Grandes autores contemporáneos a precios muy bajos. Todo un hallazgo.

Devoción. Una de las cafeterías que visité en Williamsburg.


8. The Bowery Presents.
The Bowery congrega un grupo de teatros y music halls para pequeños recitales que para mí fue una gratísima sorpresa, uno de ellos es el Music Hall of Williamsburg. Por u$s 20 vimos dos bandas indie (una que ya conocía y que me divertía la idea de escuchar en vivo: Rogue Wave. Otra que fue no conocia y disfruté mucho: Hey Marseilles). Quizás porque ya no disfruto tanto de los grandes recitales, sino de alternativas más intimistas, donde además de escuchar música puedas tomar algo y sentarte en una mesa. Tan es así, que hasta pudimos saludar al cantante de Hey Marseilles cuando terminó su recital. Qué más se puede pedir. Lo mejor: es una buena oportunidad para ir a Brooklyn de noche. Como el recital termina temprano (alredor de las 11 pm) después se puede partir de copas por alguno de los tantos bares de la zona.

Rogue Wave en pleno recital. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.


9. Beacon´s Closet
Recomendado por una amiga que es una gran estilista y vive en Miami, partimos al Beacon´s Closet: uno de las tantas y desopilantes tiendas de vintage de New York. Eso sí: hay que ir con ganas y paciencia para revolver, probarse, revolver más y volver a probarse. En una de esas, encontrás una joyita para traer a casa. La mía fue un sobre de cuero negro de los años 50, por u$s 14. Una ganga.



10. Battery Park al atardecer.
Nunca había llegado tan abajo en la Gran Manzana, ni recorrido este gran parque que bordea el Hudson desde Wall Street hasta Chelsea. Recomiendo hacerlo en bicicleta e ir al atardecer para ver el sol ponerse sobre Nueva Jersey.
Atardecer sobre el Hudson desde Battery Park. Foto: Silvina Bidabehere para Decortherapia.
Y la lista sigue: desde subir al Empire State Building (muchos lo evitan por considerarlo un cliché, pero para mí volver fue una experiencia emocionante, sobre todo después de haber recorrido por varios días la ciudad), hasta las terrazas del Met o del Whitney Museum, el Bum Bum Room del Standard, los miles de negocios de autor... En fin... Un mundo inagotable que te genera una ansiedad inmensa, porque sentís que mientras estás durmiendo hay un mundo allá afuera por conocer, que te estás perdiendo.

Pero, como puse en mi primer nota, a New York siempre se vuelve.

Mientras caminaba hacia el Empire State no podía dejar de tararear la canción de Algo para Recordar (An Affair to Remember), la película de Carry Grant y Deborah Kerr.

1 comentario:

Unknown dijo...

Guau Silvina, cuanta belleza. NY es una meta pendiente a explorar. Gracias por tus 10 imperdibles, me gustó ese lugar que recomendaste con clubes de jazz y paz de citadinos de la Gran Ciudad por un rato. Besotes y que sigas disfrutando! Mechi:) http://mylovelykits.blogspot.com.ar/