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Si trabajás en el microcentro porteño, es difícil encontrar un lugar para almorzar al sol y silencio. Por eso cuando llegué a Momentos en el Infinito, sentí que había encontrado un tesoro. Porque este restaurante está escondido del mundo. Su dueño, Daniel (músico, poeta y bohemio de alma), no hace publicidad ni anuncia con carteles que en el sexto piso del Palacio Guemes (con entrada por la calle Florida o San Martín 170) se encuentra su añorado oasis urbano. Todos los que llegan allí lo hacen por recomendación o, como yo, de pura casualidad (o curiosidad). Lo mejor: si es un día de sol, podés comer una entraña con papas fritas caseras en la terraza y soñar por un rato que estás en un bar cerca de la playa y no a pasos de la oficina.
1 comentario:
que buen lugar! justo hoy lo lei en la revista Joy, pero no tenía foto. con la tuya se confirma lo del paraiso en pleno micorcentro.
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